Por Roque Iturralde
Dice el maestro, narrador y sobre todo amigo, Juan Samaniego, que un verdadero profesor no es quien es capaz de enseñar algo que sabe a alguien que no lo sabe, sino aquél quien es capaz de compartir con otros, aquello que lo apasiona y contagiarlos con esa pasión.
Tras esa lógica, por ejemplo, quizá alguien a quien le apasiona, verdaderamente apasiona, hacer excursiones por el país descubriendo en cada rincón algo maravilloso, cruzar sus ríos, conquistar sus montañas, reconocer y disfrutar sus playas, enamorarse de cada ciudad o pueblo, quedarse atónito ante cada pájaro o cada bosque que descubre, quizá esa persona podría ser un gran profesor de geografía, o de ciencias naturales. Y así, no sería extraño que una apasionada por la música, conocedora de lo que la humanidad ha producido en los distintos momentos y géneros, fuera una excelente maestra de historia o, por qué no, de matemáticas. O que un apasionado deportista, lanzador de jabalina o practicante de salto largo y alto, fuera capaz de explicar algunos principios de la física o de la mecánica.
En eso andamos, hace tiempo que andamos a la búsqueda de personas sensibles que se expongan al contagio, que descubran su propia pasión (que todos la tenemos) y que se dispongan a compartirla, a contagiar a otras personas, a multiplicarla.
Nos apasiona la creatividad, nos apasiona el trabajo en equipo, nos apasiona relacionarnos con gente que crea y que se apasiona. Cuando conoces nuestros proyectos y programas, comprendes cabalmente que sería imposibles llevarlos a cabo, si no fuera porque hemos encontrado a cada paso a esas personas, y eso nos estimula a seguir contagiando.
0 comentarios