Todas las personas que hemos tenido acceso a la educación formal, tenemos en nuestra memoria a esos personajes infaltables; profesores, profesoras, inspectores, dirigentes.  En fin, ese grupo al que de manera genérica llamamos docentes. La memoria y la percepción sobre los docentes, es tan diversa como diversas son las personas cuyas opiniones hemos indagado, como tan diversas personas son los propios docentes y sus formas de entender su tarea y tan diversas como diversas son las experiencias vividas en esa relación alumno-maestro; pero en todo caso, todos tenemos en nuestra memoria algún recuerdo, alguna valoración y alguna opinión sobre los docentes.

En distintos ejercicios de indagación, formal e informalmente realizados, hemos puesto oído atento a lo que la gente tiene para decir sobre los docentes y, en este espacio, quisiéramos resumir unas pocas visiones que, de alguna manera, agrupan a muchas de las opiniones escuchadas.

Ese ángel guardián de nuestros niños
Personaje ideal para discursos sensibles y emotivos, el docente suele ser citado como ese ser maravilloso, mítico, casi angelical, que se encarga de transmitir a nuestra niñez conocimientos, valores, costumbres y hábitos. A la hora de los elogios, emergen del recuerdo las poesías llenas de gratitud y admiración por la profesora que nos enseñó las letras con ternura, o el maestro que forjó nuestro carácter con amorosa disciplina.
En todo caso, casi todo el mundo tiene el recuerdo de uno de esos seres que, de una manera o de otra, marcó algún momento nuestra vida de manera indeleble.  Aquel que nos contagió la pasión por la lectura, la profesora que nos dio un consejo que nos devolvió la esperanza, el increíble “profe de mate” que supo convertir los números en juegos fascinantes.

Ese demonio sin vocación
No obstante, a la hora de valorar la educación en nuestro medio, hay un ser que surge como el gran acusado del fracaso del sistema: el docente. Una percepción bastante difundida sobre maestras y maestros como seres sin una vocación real; que hacen de su carrera un simple ejercicio laboral motivado estrictamente por el beneficios económicos; que tienen una preparación básica y acotada al área de su materia; que se limitan a repetir conocimientos y evaluar a aquellos que los repiten sin cuestionar; que responden, en muchos casos, a consignas políticas; que son maltratadores y autoritarios, entre otras maneras de juzgar su tarea.
Cabe mencionar que esta percepción se ha visto reforzada en los últimos años, gracias a dos fenómenos mediáticos: uno, la creciente ola de denuncias sobre maltratos y abusos sexuales de docentes en muchas partes del mundo; dos, una estrategia de descalificación del docente ejecutada desde los más altos niveles del poder público en nuestro medio.

Ese simple ser humano
Hay una visión que pocas veces tenemos oportunidad de conocer y analizar.  La que tienen de sí mismos los profesionales de la docencia. Destacamos, en esta ocasión, un aspecto que nos ha parecido fundamental en los hallazgos de las indagaciones realizadas y es aquél según el cual el Maestro se mira hacia adentro y se entiende como un ser humano, un simple ser humano que vive, que sufre, que tiene alegrías y desencantos, que se siente presionado a dejar “colgados en la percha” al entrar al aula sus emociones y sus sentimientos y que no consigue, humano al fin, desconectarse de su ser interior para ser un ente neutral, objetivo, desapasionado y sin emociones para relacionarse de “manera aséptica” con sus aprendices.
Nos queda resonando la conversación con un docente quien nos relata un momento, un simple momento de su gestión en la institución; ese instante en que, terminadas las clases y los exámenes, entra al aula una vez más a recoger sus cosas y la encuentra vacía, y sabe que ese grupo de aprendices ya no está, ya no estará, y piensa-siente, que son un poco como los hijos que un día se van y comprende, más bien confirma, que la docencia es, por sobre todo, un acto de pasión en el que entrega día a día todo lo que tiene.Los profesionales de la docencia constituyen uno de los ejes que logran mantener al mundo de la educación en movimiento y evolución. 

Repensar la educación apasionadamente, requiere contar con los saberes, la experiencia y la visión de estos ángeles o demonios, en todo caso de estos simples seres humanos reales y apasionados.

Por: Roque Iturralde

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